sábado, 15 de enero de 2011

Filosofía: Un sentido cósmico posible para la existencia humana

Ensayo del Dr. Juan Abugattás Abugattás.
Infolector - Logo.
Extracto del libro 'Indagaciones filosóficas Sobre Nuestro futuro' del Doctor Juan Abugattás Abugattás.
Un sentido cósmico posible para la existencia humana
Hasta aquí hemos visto, tal vez de manera un tanto confusa, que la mejor opción para definir la vida futura de la humanidad es hacerlo a partir de dos premisas, la del humanismo, que no es sino una valoración positiva de toda vida humana, y la presuposición de un valor cósmico de esa vida, siendo esta segunda premisa la que ayuda a dar fuerza y sentido a la primera.
Podemos ahora preguntarnos de manera preliminar por la forma y posible naturaleza de los argumentos a favor de la premisa del significado trascendente o cósmico de la vida humana.
Presuponer que tal significado tiene un carácter “inherente”, en el sentido de que la mera existencia de seres humanos con potencialidades no realizadas sea en sí misma valiosa, nos conduce a una postura endeble, pues entonces resultará que cualquier orden social tendría el mismo valor que cualquier otro orden social dado y que la acción dirigida a lograr algo más que la mera subsistencia carecería de significado especial. Ese es el problema de fondo con posturas, por lo demás interesantes, como las de Amartya Sen y los “aristotélicos” contemporáneos. La idea kantiana de que hay una obligación moral fuerte de realizar los “talentos” conduce a parecidas conclusiones.
La única manera de pensar sensatamente la posibilidad de que la existencia humana tenga un valor cósmico es imaginando ese valor dependiente del sentido de la acción humana colectiva, pero pensando, a la vez, que tal acción actúa sobre el mundo para generar, como se dijo arriba, cambios en el orden de cosas que signifiquen una diferencia cualitativa en la configuración del entorno.
Pero así como no tiene mucho sentido pensar que la mera subsistencia biológica de la especie sea portadora de sentido, tampoco lo tiene presumir que la existencia de una capacidad racional y cognitiva por sí sola es ese sentido. Las capacidades no dan sentido por sí mismas, lo pueden dar sus realizaciones efectivas, dependiendo, según lo que se tiene dicho, de cuál sea la naturaleza de esas realizaciones y a quiénes involucre.
Esto plantea un problema delicado, que mal resuelto, podría llevar a una aparente negación del imperativo humanista que hemos adoptado. Dado que la contribución a la realización de cualquier objetivo colectivo planteado será necesariamente diferenciada, esto podría ser tomado como base para argüir que no toda vida o existencia humana es igual o, dada la posibilidad técnica de clonación y de manipulación genética, a la conclusión que todos los seres humanos deberían ser artificialmente igualados. Este tipo de aparente problema se genera a partir de una premisa distorsionadora e innecesaria, pero comprensiblemente influyente por provenir de la ideología moderna, a saber, que los individuos deben ser aisladamente juzgados en función de sus contribuciones y aportes.
La producción de sentido a partir de la acción humana es un fenómeno colectivo y se juzga desde esa perspectiva. No tiene sentido, siquiera, pretender que cada acción humana en cada caso y en cada tiempo tiene que ser evaluada en función de su contribución a la producción de sentido. La mera acción individual, pero enmarcada en un contexto capaz de garantizar la perpetuación activa de la especie, le da sentido pleno a cada existencia y a cada acción no disruptiva. Es imaginable que generaciones enteras de humanos pasen por el mundo sin pensar siquiera en que su existencia es productora de sentido cósmico, tal olvido en nada disminuiría el valor y el sentido de su existencia si esa existencia estuviera enmarcada en un proyecto colectivo de generación de sentido.
El Dios del ama de casa aparece así como una deidad menor, aunque tal vez psicológicamente indispensable; el Dios que se requeriría para un proyecto histórico de envergadura sería un juez capaz de percibir, a lo largo del camino de la humanidad, pero también a la hora de la llegada, si la hubiera, que la acción de la especie ha introducido un cambio cualitativo notable en el orden cósmico.
Entretanto, y hasta que se resuelva el debate actual, queda recordar los versos poderosos de Schiller para no desesperar de la búsqueda de una vía real al sentido de la existencia de la especie:
Selbstgenügsam willst du dem schönen Ring dich entziehen
Der Geschöpf an Geschöpf reiht in vertraulichem Bund,
Willst, du Armer, stehen allein und allein durch dich selber,
Wenn durch der Kräfte Tausch selbts das Unendliche steht? “De manera autosuficiente quieres tú librarte del bello aro, / que criatura con
criatura liga en confiable nexo, / Quieres, tu miserable, quedarte solo y valerte
por ti mismo, / Cuando por la fuerza del intercambio se presenta el mismísimo
infinito?” (traducción libre, Der philosophische Egoist).


La condición humana en la actualidad se caracteriza fundamentalmente por la coexistencia de dos formas básicas de estar en el mundo. Ambas producto de la historia de los últimos siglos, pero en muchos casos antagónicas y casi excluyentes entre sí. Podemos llamar a una “fenoménica” y a la otra “ontológica”.
La primera tiene que ver con la manera cómo los sujetos concretos se perciben a sí mismos, cómo definen su identidad y, por ende, cómo diseñan sus estrategias de vida dentro de un horizonte más bien limitado, en el que no ha entrado de manera efectiva el conjunto de sus congéneres.
La segunda no constituye un horizonte vital efectivo sino para un número limitadísimo de personas, si acaso alguna, aunque no por eso es irreal. Se descubre a partir de una reflexión crítica sobre la humanidad como un todo; es, para usar esa expresión que se ha puesto de moda últimamente, la percepción de que el mundo se ha hecho uno. Lo que queda claro es que si en un plazo razonable esta perspectiva no es adoptada para definir su horizonte de vida por la inmensa mayoría de los individuos que viven en la tierra, las posibilidades de sobrevivencia de la especie como tal se verán muy disminuidas.
En realidad, es precisamente por esa razón que los seres humanos debemos por ahora aprender a tolerarnos, es decir, a soportar una convivencia que probablemente nos resulta incómoda y molesta con gentes que tienen hábitos y concepciones distintas de las nuestras.

INDAGACIONES FILOSÓFICAS SOBRE NUESTRO FUTURO

SERIE COEDICIONES
Indagaciones filosóficas sobre nuestro futuro
Juan Abugattas
UNMSM - Fondo Editorial
EAP de Filosofía
Departamento de Filosofía
Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura

Primera edición:
Lima, noviembre de 2005
© Herederos de Juan Abugattas
© Fondo Editorial de la UNMSM
© UNESCO

No hay comentarios: