La pregunta por la extraña relación entre “FIL” llenas y escasa lectoría en nuestro país parece mostrar un problema, también, de “lectura del dato”. Toda ciudad, especialmente con crecientes síntomas de urbanismo, necesita espacios o puntos de encuentro e interacción social. Espacios donde la gente se encuentre, se cruce, se concentre y se disperse para lo que sea, para comprar, para jugar, para contemplar, en fin, para disfrutar del viejo y atávico gusto por la juntada gregaria, propia de mamíferos. Desde los tiempos de la Feria del Hogar, donde tampoco es que los limeños de entonces lo compraran todo, Lima no dispone de estos espacios para la alta interacción social, con espacios abiertos, con la sensación de recorrer al aire libre y sin estrés, sin el riesgo de algún asalto al paso. La FIL, la Feria del Libro parece haber ocupado ese espacio y entonces convoca a los limeños de las cercanías, de la lima metropolitana, sobre todo por que les ofrece eso, espacios más o menos abiertos para caminar, para mirar y comprar cosas, y e no pocos casos simplemente para mirar gente. Un indicador de lectura más sincerado sería el número de bibliotecas públicas, no ferias de libros. El ejercicio, entre engañoso e interesado, de calcular las ventas de libros en las FIL con los índices de lectoría en nuestro país es poco menos que desavisado. Si la preocupación es por los índices de lectura nuestro interés tendría que estar puesto en el cumplimiento de la Ley 30034, Ley del Sistema Nacional de Bibliotecas, y específicamente en el nivel municipal. Toda localidad, toda circunscripción local, de vecindario debería contar con ese espacio donde ejercer el grandioso acto de abrir un libro y sumergirse en sus páginas. Ni la falta de recursos ni las prioridades urbanas pueden ni deben funcionar como coartadas para justificar la ausencia de bibliotecas públicas, comunitarias o municipales. Si el dato del número de chifas o de hostales es mayor al de bibliotecas, telecentros o museos, es muy difícil esperar mejores resultados que el actual, en materia de lectoría y acceso a libros. Los llenos en las Ferias de libros o los Excel con resultados en azul, no nos van a asegurar mejores niveles de lectoría en el país, y sencillamente por que la compra del libro no guarda relación directa con lectoría sino con incrementos y beneficios para las editoriales. Bibliotecas públicas en cada localidad, en cada nivel de circunscripción, al alcance de cualquiera en el barrio, es lo que realmente permitirá un incremento de los niveles de lectoría y consecuentemente, los niveles de comprensión lectora en nuestro país.
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