La Inteligencia Artificial en las Bibliotecas: Más Allá del Reduccionismo Tecnológico
Una de las mayores supersticiones que enfrentan las bibliotecas en nuestras realidades latinoamericanas es la tendencia a subirse a olas tech, a adoptar soluciones de tecnología sin un debido enfoque de gestión. Con la irrupción de la Inteligencia Artificial (IA), parece asomar el viejo riesgo de reiterar una falacia ya conocida: la del reduccionismo tecnológico, en la que se concibe a la herramienta como un elemento cuasi mágico que, por sí sola, resolvería los desafíos de la biblioteca.
La pregunta que debería empezar a escucharse en el sector no tendría que ser "¿qué modelo de IA instalamos?", sino "¿qué modelo de gestión y de sistema diseñaremos para integrar estas nuevas capacidades técnicas?". Consagrar todo el peso de la modernización en la tecnología, descuidando los otros componentes esenciales, nos condena a obtener resultados poco auspiciosos.
Para encarar este riesgo, es necesario adoptar una perspectiva profesional que integre la IA como un componente importante, pero uno entre otros, dentro de un modelo sistémico. Su verdadero potencial se realiza cuando impacta en los tres pilares de todo servicio documental:
Los Contenidos
La IA, a través del Procesamiento de Lenguaje Natural, permite una intervención profunda en el material bibliográfico. Puede generar metadatos semánticos, resúmenes analíticos y clasificaciones temáticas con una granularidad que enriquece la colección, pero solo si se la dirige con criterios bibliotecológicos claros.
Los Procesos
La analítica predictiva puede optimizar presupuestos de adquisiciones y la gestión del acervo bibliográfico. Sin embargo, estos algoritmos deben ser alimentados y supervisados por profesionales que comprendan las necesidades reales y específicas del usuario, evitando que la eficiencia sacrifique la pertinencia.
La Atención al Usuario
Los asistentes virtuales y chatbots, lejos de reemplazar al bibliotecario, podrían ser más bien concebidos como herramientas de primer nivel para resolver consultas recurrentes. Esto permitiría liberar al profesional de carga de actividad repetitiva o mecánica para dedicarse a la labor de mayor complejidad, a saber, la formación de usuarios, la curaduría especializada y la investigación.
El impacto en la satisfacción del usuario no provendrá de una implementación rimbombante de la IA por sí misma, sino de la calidad del modelo de gestión en que se inserte.
- En bibliotecas públicas, permitiría pasar del rol social tradicional a un verdadero motor de equidad informativa.
- En bibliotecas académicas, podría acelerar la generación de conocimiento, yendo más allá de la simple recuperación de datos para potenciar la investigación.
Cualquier enfoque sobre la adopción de IA en bibliotecas tendría que superar lo que en este post hemos denominado “la mistificación tech”, y más bien centrarse en la profesionalización de su implementación. El desafío no es exclusivamente técnico, es ante todo conceptual y de gestión. Nuestra responsabilidad como profesionales de la información es asumir el liderazgo, asumir auténtica agencia en este proceso, para construir servicios más inclusivos y eficientes para todos.
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