sábado, 23 de abril de 2011

En el Día del Libro: 'Prosas apátridas'

Del escritor Julio Ramón ribeyro.
Ribeyro.
Uno de los primeros libros de escritores peruanos que leí completo, fue el famoso: La Palabra del Mudo, de Julio Ramón ribeyro. Una experiencia en la que por primera vez, un limeño, cualquiera como yo, podía conocer su propia ciudad, su ominosa realidad, desde el fascinante lente de la literatura. Por supuesto, ya desde el colegio había leído alguno de sus cuentos, el de Los Gallinazos sin Plimas es paradigmático. Pero solo a partir de leer un libro completo, con cuentos sobre diversas dimensiones de la vida cotidiana de esta ciudad, Lima, fue que confirmé lo que ya había oído decir de este escritor peruano.
Recuerdo también, allá por el año 1991, en una entrevista de Guillermo ggiacosa en su programa 'Informalísimo', escuchar a Guillermo thorndike, contar una graciosa anécdota sobre Julio Ramón Ribeyro. contaba Thorndike que una vez, creo que a pedido del propio Ribeyro, Thorndike y otros amigos, contactaron con uno de los más peligrosos delincuentes de la época, para reunirse, tomarse unos tragos en casa de uno de ellos. Julio ramón Ribeyro tenía interés de conocer de manera directa, la performance, la personalidad y los gestos de un verdadero hombre del hampa. Pero, sucede que cuando estuvieron reunidos, y llegó Ribeyro, el delincuente, que había sido convencido para asistir a la reunión, no dejaba de mirar al escritor. Lo miraba con una suerte de fijación y nerviosismo. Preguntó si el hombre delgado, era policía. A lo que los allí reunidos le indicaron que no, que se trataba de un escritor, y de los buenos. Pero, al tipo, el delincuente, talvez uno de los más rankeados de la época, nunca le terminó de convencer el dato, y durante toda la reunión, no dejó de mirar al inescrutable hombre delgado, el gran Julio Ramón ribeyro.
Hoy, en el día del libro, queríamos compartir uno de los últimos libros de este genial escritor peruano, las Prosas Apátridas. Antes, consignamos una breve semblanza de Ribeyro:
Las Prosas apátridas son, por su parte, el compendio de los muchos escritores que fue JRR, su auténtico documento de identidad. Síntesis de una personalidad huidiza, en perpetua mudanza, estas prosas carecen de "un territorio literario propio": "No son -escribe en la 'Nota de autor'- poemas en prosa, ni páginas de un diario íntimo, ni apuntes destinados a un posterior desarrollo." En las Prosas... Ribeyro dibuja sus pensamientos, rescata la pedacería de las horas perdidas, atrapa gestos cotidianos, relata anécdotas que son trozos de cuentos, describe sueños, visiones e intuiciones; consigna las pequeñas imbecilidades del mundo; escribe ensayos instantáneos, encapsulados. El libro es, así, el continente imaginario y provisional (las Prosas... conocieron varias ediciones corregidas y aumentadas) a donde fueron a dar fragmentos y apuntes perdidizos escritos con el curso de los años, y que no hallaban alojamiento en ningún libro o género definidos. Recojo aquí la prosa 161, por tratar un asunto insignificante, de esos que le gustaban a Ribeyro, y por confirmar su certeza de que "todo tiene importancia, nada tiene importancia, aquí, ahora": "Costumbre de tirar mis colillas por el balcón, en plena Place Falguière, cuando estoy apoyado en la baranda y no hay nadie en la vereda. Por eso me irrita ver a alguien parado allí cuando voy a cumplir este gesto. '¿Qué diablos hace ese tipo metido en mi cenicero?', me pregunto."
El destino que han seguido estas Prosas... es tan extraño y paradójico como el de toda la obra de Ribeyro. En Los dichos de Luder alguien pregunta: "¿No te preocupa escribir desde hace treinta años para haber alcanzado tan minúscula celebridad?" A lo que Luder responde: "Por supuesto. Me gustaría escribir treinta años más para ser completamente desconocido." En efecto, el autor de La tentación del fracaso. Diario personal 1960-1974 quiso ser un escritor afantasmado, el volátil inquilino de sus cuentos, dispuesto a desaparecer después de haberle pagado su cuota a la ficción. Sin embargo, a fuerza de disimular su talento, Ribeyro fue surgiendo, para su sorpresa, no sólo como un maestro indiscutible del relato corto, sino como uno de los autores más leídos en Perú. Y fuera de Perú. Cuenta Bryce Echenique que un mercenario de la guerra de Vietnam se fue desde Birmania hasta París nada menos que a pedirle al ocupado de Ribeyro que le escribiera sus memorias, "porque de lo contrario... Decía Julio Ramón que el pistolón era de este tamaño". No es raro, entonces, que un libro tan heterodoxo como las Prosas apátridas, cuya tesitura intelectual parecía ser coto exclusivo de literatos, se haya convertido en prontuario de bolsillo de taxistas y médicos.
Enemigo de los reflectores y micrófonos, Ribeyro solía enviar a sus "representantes" (su amigo Bryce, su propio hijo o quien estuviera a la mano) a la escena, diciendo en su descargo que estaba bajo la tiranía de un severo resfriado. En noviembre de 1994 fue condecorado con el Premio Juan Rulfo, a cuya ceremonia no pudo asistir a causa de su delicado estado de salud. Su desdén por el prestigio y las aureolas había llegado demasiado lejos. Ribeyro murió pocos días después, el 4 de diciembre de ese año.

Vía: SoloLiteratura.com
Aquí dejamos el libro para su descarga:
Prosas Apátridas.doc
El libro estará disponible solo temproalmente, posteriormente podrán solicitarlo en la Biblioteca Infolector. Y esperamos que les resulte una grata experiencia su lectura.

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