jueves, 21 de octubre de 2010

La amenaza de los Libros digitales

El Neoludismo de los Viejos Discípulos de Guttemberg.
El Mercurio.
De modo similar que los viejos ludditas, que a inicios del siglo XIX se propusieron destruir toda máquina que les robase oportunidad de trabajo, hoy, y precisamente en la Feria del Libro de Frankfurt, los editores se mueven entre la fobia y la curiosidad por los nuevos formatos del libro en el siglo XXI.
No es que no crean en las virtualidades y potencialidades del libro digital como objeto de transmisión de conocimientos y demás capacidades; sino, que su los editores no crreen poder hacerse de los ingresos que hoy les ofrece todavía, el libro impreso en papel. Su neoludismo consiste en mirar con desconfianza al libro digital, en pleno auge de los dispositivos para la lectura electrónica.
Según cuenta Macarena García, la cosa va de seria preocupación entre los editores más exitosos del mundo. Consignamos lo que ha aparecido en el Mercurio de chile, esta semana:
tema de la Feria podría haber sido Latinoamérica. Por tercera vez en la historia, la invitación de honor recaía en un país del continente ---Argentina, que mostró su literatura, a la vez que cine, tango y alfajores--- y el Premio Nobel se lo llevaba contra los pronósticos un escritor de la región, Mario Vargas Llosa. Pero no. El tema no fue Argentina y poco se lo robó el escritor peruano. La discusión, acorde con los tiempos, fue sobre los libros que se leen en pantalla: la revolución del ebook.
Quizá haya que aclarar algo: la razón de la Feria del Libro de Frankfurt ---la más importante en su género--- no es la literatura, sino el libro o, más precisamente, el negocio editorial. Es como si fuera una feria del automóvil. A las nueve de la mañana, un tropel de hombres forma una masa bastante uniforme que entra con prisa. Hombres (y, en menor medida, mujeres) que llevan maletines o maletas con rueditas y apuran un café en un vaso desechable. Hacia las seis de la tarde, cuando la Feria cierra sus puertas, son esos mismos hombres los que salen de allí un poco más cargados, un poco más despeinados. La Feria no abre al público ---un público que de todas maneras no puede comprar allí adentro--- más que un fin de semana. Frankfurt es un lugar para hacer negocios, y el problema ahora es que el negocio está en crisis. El mayor temor para los que han estado en esta industria por años es que los libros digitales no dejarán tantos dividendos como los impresos. La respuesta ---no siempre asumida--- es tratar de demorar el cambio y, de ser imposible, de hacer que el futuro se parezca lo más posible al presente.

Eoin Purcell se gana la vida como analista de la industria editorial, y dice que le llama la atención que por primera vez es la feria misma la que se organiza para afrontar el tema de la digitalización. "Llevamos muchos años hablando de ebooks", dice el especialista irlandés, "pero ahora la feria lo ha puesto al centro del debate con estos hotspots y el ciclo de conferencias". Purcell está sentado en el espacio para reuniones de uno de los seis hotspots, espacios destinados a dar a conocer las últimas novedades tecnológicas. Este está destinado a mostrar dispositivos de lectura: una veintena de diferentes pantallas con más o menos botones busca la aprobación de los lectores.
También se vende un ebook para niños, a prueba de golpes y chocolates derretidos, en el que los personajes se mueven y la música acompaña. Cabe preguntarse si los libros no terminarán siendo películas. El hotspot tiene también un pequeño auditorio con su necesaria pantalla para proyectar powerpoints en que los participantes del negocio exponen sus gracias. Un hombre se gana a la audiencia confesando que a él todo esto también le atemorizaba, antes de explicar cómo hay que diseñar un libro para que pueda ser leído en los distintos aparatos de lectura, que es el servicio que su compañía presta. Purcell, quien no está del lado de los apocalípticos ni de los más entusiastas, cree que los modelos que hoy se plantean para desarrollar el libro digital no son más que soluciones de mediano plazo, resistencias del mercado, que no alcanza a dimensionar la transformación. "Se está tratando de replicar la cadena de valor del libro impreso: el autor, el agente, la editorial, el distribuidor y el vendedor. Pero también aparecen muchos otros modelos que son más conscientes de que el negocio mismo ha cambiado y pueden tomar ventaja de ello", dice, y agrega: "No me extrañaría nada que para la próxima Navidad los dispositivos de lectura fueran gratis. O que se regalarán a cambio de la compra de un cierto número de títulos".

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