domingo, 11 de noviembre de 2018

La evolución digital del concepto de márketing

Take Airbnb es una start-up valorada en 2.500 millones de dólares. Hoy sabemos que se trata de un sitio Web que, según definió su fundador, Brian Chesky:

“Permite contratar el espacio físico que necesites. Y lo puedes utilizar para lo que desees. Puedes tener desde una tienda de campaña hasta un castillo”.

Pero en el año 2007, esta empresa surgió a partir de una idea que tuvieron sus fundadores: convirtieron la sala de estar de su apartamento en una cama que alquilaban, con derecho a desayuno.

Volvieron a la mesa de diseño con la esperanza de amortizar todas las conferencias sobre tecnología y diseño a las que habían asistido. Y convirtieron su servicio en una alternativa a los hoteles que se quedaban sin camas. Obviamente, este modelo parecía más acertado que el primero. Pero seguían sin estar conformes y siguieron trabajando en mejorar la idea. Se centraron en las personas que viajaban, que no querían terminar durmiendo en el sofá de una sala de espera, ni en un motel de carretera, pero tampoco querían renunciar a la posibilidad de dormir en un hotel. Esta vez, el negocio funcionó algo mejor. Y por último, basándose en los patrones de comportamiento y en las opiniones de sus clientes, recortaron el nombre de la empresa, que pasó a llamarse Airbnb, dejaron de ofrecer el desayuno gratis y de limitarse a trabajar con ejecutivos. Se centraron en la gente que querían alquilar o reservar espacios (desde habitaciones hasta apartamentos, pasando por trenes, barcos, castillos, áticos e incluso islas privadas). Fue una idea rompedora que les llevó a conseguir millones de reservas al año, repartidas por todo el mundo.

El caso de Airbnb me abrió los ojos, porque no es el único: Instagram empezó como una red social basada en la geolocalización, que se llamaba Burbn, y que daba la opción a sus usuarios de añadir una foto. Atrajo a un grupo importante de usuarios, y captó más de 500.000 dólares en inversiones. Aun así, sus fundadores se dieron cuenta de que los usuarios solo trabajaban con una parte de la aplicación: las fotos y los filtros. Uno de los fundadores recuerda que en una reunión dijo: “Nos sentamos y comentamos ‘¿En qué vamos a trabajar ahora? ¿Cómo hacemos evolucionar este producto para convertirlos en algo que quieran utilizar millones de personas? ¿Cuál es la clave para convertir este producto en algo único e interesante?’”.2
En poco tiempo, modificaron el servicio y lo convirtieron en el Instagram que conocemos hoy en día: una aplicación para móviles especializada en la publicación de fotografías y en su retoque por medio de filtros. ¿El resultado? 100.000 usuarios tan solo una semana después de su lanzamiento. En ocho meses, estos emprendedores vendieron Instagram por 1.000 millones de dólares.

Tomado de 'GROWTH HACKER' MARKETING: EL FUTURO DEL SOCIAL MEDIA Y LA PUBLICIDAD